lunes, 30 de junio de 2025

Bajo las Sombras del Desierto: Voces de una Guerra Silenciosa.

Lic. Nicolas Valdez China.

Nos encontrábamos en la azotea de la casa de Lily, como cada viernes por la noche, charlando. Entre bromas, teorías de conspiración y papas con limón, alguien lanzó la pregunta: "¿Han oído lo último entre Irán e Israel?". El ambiente se volvió serio. La televisión lo mostraba con crudeza, pero entre nosotros las imágenes cobraban otro sentido. No era solo una guerra; era un espejo de todo lo que el mundo arrastra sin sanar.

Empezamos a recordar cómo todo había comenzado, ese 13 de junio de 2025, con un ataque quirúrgico de Israel a instalaciones nucleares en Irán. Nadie lo esperaba tan pronto, aunque las tensiones se habían cocinado durante años. El conflicto ideológico y religioso entre ambos países —uno chiita que no reconoce a Israel, el otro con un temor existencial ante el programa nuclear iraní— fue la chispa de una hoguera que nunca se apagó del todo.Amenaza nuclear video

Daniel, el más metido en geopolítica, habló sobre cómo EE.UU. se había involucrado pocos días después, lanzando la operación "Midnight Hammer". Todos sabíamos lo que eso significaba: cuando los gigantes se pelean, el mundo tiembla. Las armas utilizadas eran más propias de una película de ciencia ficción que de la vida real: drones sigilosos, misiles guiados con precisión quirúrgica, inteligencia satelital capaz de predecir un movimiento antes de que ocurra. Un ajedrez letal donde cada jugada costaba vidas humanas.EE.UU. se involucra

Mariana, que había vivido en Medio Oriente cuando era niña, compartió su angustia al ver cómo Gaza, Siria y Líbano entraban al tablero como piezas secundarias. Se temía una escalada regional, pero la verdad es que ya estaba ocurriendo. Las ciudades israelíes bajo amenaza de misiles y los territorios iraníes desangrándose eran prueba de una guerra que no respetaba fronteras ni pactos de tregua. Ni siquiera cuando Trump anunció una "pausa humanitaria" de 12 horas.

Y entonces salió el tema de las guerras híbridas. Ciberataques, propaganda, miedo digital. La batalla no solo se daba con bombas, también con algoritmos y palabras. El relato era tan importante como el misil. Israel contaba con la tecnología, pero Irán tenía el fervor de sus aliados: Hamas y Hezbollah. Una lucha por narrativas tanto como por territorios.


Entre todo el análisis, me quedé pensando en algo que dije casi sin darme cuenta: “Esta guerra nos está enseñando cómo la historia no avanza si seguimos cargando los mismos odios del pasado”. Y ahí se hizo un silencio. Porque lo que pasa allá, nos afecta aquí. La radicalización, la intolerancia, la polarización… también son guerras, solo que no hacen ruido. Son ideológicas, invisibles, y muchas veces nacen desde nuestras aulas, nuestras redes sociales, nuestras casas.

La educación debe atreverse a hablar de lo incómodo. Enseñar sobre conflictos como el de Irán e Israel no solo desde fechas y armas, sino desde emociones, contextos culturales, y, sobre todo, desde la empatía. Propongo una educación que no ignore lo político, lo religioso ni lo económico, sino que los ponga sobre la mesa con preguntas que incomoden y movilicen. Necesitamos formar generaciones que piensen críticamente, que no hereden enemigos ni repitan patrones. Porque si algo nos dejó este conflicto, es la certeza de que el futuro no se construye con más muros, sino con más puentes. Y esos puentes comienzan en la mente de cada estudiante.


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